La relación entre el miedo y el deseo es más estrecha de lo que aparenta ser. Algunos pensaran que en el deseo siempre existirá el rechazo al miedo; ya que el miedo se ignora (se reniega), a pesar de lo peligroso que podría ser un deseo transgresor.
Otro terreno clínico es, cuando lo que sucede es la carencia de deseo. Llegan personas que no logran identificar lo que desean o temen reconocer a su deseo, es miedo a desear o simplemente no permitírselo. Conectar con el deseo, y la capacidad para desear puede implicar una amenaza para algunas personas muy dañadas, que se prohíben sentir y desear por mandato, y por miedo a la reacción de sus parejas. Estos son mandatos de una crianza fría, indiferente y a veces con violencia física en la infancia.
El miedo puede inhibir la capacidad para desear y sentir.
Pues es ahí, en la situación de miedo, donde el ser humano se confronta a la supervivencia, esto es de sus necesidades básicas semi-cubiertas, su deseo es postergado, y se desconecta sensorialmente para no sentir; el otro quien “lo cuida”, no contiene, generando un ambiente inseguro donde el niño debe sobrevivir emocionalmente con necesidades básicas cubiertas a medias, pero donde se imposibilita el espacio exploratorio-creativo para la consecución del pensamiento de una meta creativa, como lo es el deseo humano, es un niño no tocado, no abrazado, ignorado. Viene entonces la inhibición, y junto a esta los miedos, miedos nocturnos, o por otro lado la compulsión y las conductas adictivas, etc. Un niño expuesto al abandono afectivo puede ser dañado con personas que lo abusen por su carencia afectiva o su necesidad de ser tocado y encariñado.
El desarrollo del deseo, es el desarrollo del sujeto creativo en esencia; quien se pone la meta y las cumple para sí mismo y no por un mandato externo de los demás, o las exigencias de rol. El deseo se somete a la voluntad de su propio creador cuando es espontaneo y verdadero. El deseo es impulsivo y no duda, pero se transforma, debe ser flexible y cambiar de plazos y destinos. El deseo es el motor del ser humano y lo que da sentido a la vida de quien la respira y la transforma, cosechando los frutos de las metas vencidas, y los nuevos propósitos y visiones que se mantienen ejecutando la vida humana con nuevos deseos, para que los hijos lo recuerden, junto a los abuelos, así trascendiendo la memoria en las generaciones que le siguen, en el plano de la vida y la materia.
En el plano emocional y sexual, el deseo es la capacidad de autosatisfacción con el ambiente, y la pareja, en la unificación e integración del sujeto… Más allá de la procreación de la vida, la búsqueda de orgasmos múltiples individuales, u otro objetivo individual de orden de lo subjetivo, sea o no compulsivo-adictivo, el deseo siempre puede revivir durante el tratamiento.
El miedo imposibilita al deseo, como el deseo posibilita el orgasmo. Una vez que se identifica el miedo, el deseo aprende a resurgir y es ahí donde el sujeto se pone a prueba a sí mismo para alcanzar la conexión más elevada, orgasmo sexual en el control total de su placer, permitiendo confiar en un ambiente emocional con la pareja de confianza y calidez, permitiéndose visiones más elevadas de conexión y de entrega en el plano de la intimidad en general.
Cuando el deseo está asociado directamente a una perversión o fetiche, entonces existió un evento traumático (al igual que en las fobias), de ese mismo orden asociada, que luego se transforma en algún tipo de compulsión. Cuando el paciente detecta el trauma puede reformular ese deseo dentro del tratamiento de abstinencia de esa dependencia que lo hace sufrir. Así lo adictivo va perdiendo hiper-catectización sexual, regulándose el deseo fetiche, a una forma normal y adaptativa de conducta con la pareja. Y esta regulación del deseo ocurre por la comprensión más consciente de este conflicto psicodinámico infantil; los cimientos fóbicos infantiles que generaron una compulsión.
Ps. Dafna Dukes Numhauser