El Sexo como experiencia de Amor
Pensemos el sexo como experiencia de amor. El sexo adulto en un contexto amoroso podría actuar como una forma de reedición de la experiencia de maternaje la que, si fuimos afortunados, tuvimos con nuestra madre o nuestra primera figura de apego. La experiencia de maternaje que involucra el ser visto, acurrucado, tomado, acariciado, limpiado, susurrado, sería en algún sentido equivalente a la experiencia en un buen acople sexual. Allí en la experiencia sexual la satisfacción de la necesidad de ser tocado, visto, deseado, seducido, excitado por la excitación del otro, correspondería a la reedición del maternaje tan necesaria para la experiencia de sentirse querido, seguro, tranquilo, satisfecho.
En circunstancias ideales el recién nacido sería como lo planteaba Freud, su magestad el rey, un alguien a quien el mundo se dispone para que viva en tranquilidad, bienestar y amor sus primeras experiencias en el mundo. Ese lugar descrito por Freud como posible experiencia propia de los primeros tiempos de vida, puede ser reeditado, en algún sentido, en el encuentro sexual amoroso permitiendo la generación de un espacio no sólo importante en términos de posible experiencia de gratificación, sino también como un espacio propicio para la reparación de heridas pasadas. Quizás esto resulta inalcanzable e idealizado. Sin embargo, si nos centramos en el darle al OTRO y A NOSOTROS MISMOS una experiencia de placer, de reconocimiento, de mimos y cuidados sensuales, seguro la experiencia sexual se vuelve una oportunidad de encuentro y mayor gratificación.
Carmen Gloria Fenieux.
Psicoanalista. Directora Centro Chileno de Sexualidad