Sobre diferencia y confluencia en el espacio de pareja

A propósito de nuevas lecturas que he observado sobre psicoanálisis relacional, me detendré en lo que he pensado sobre diferencia y confluencia en el espacio de pareja.

En un primer espacio, el deseo sexual impulsa al individuo al encuentro con un otro.

En un segundo espacio, esta proximidad psicológica activa los modelos internos de cada miembro de la pareja – con modelos internos referimos a formas de pensar y actuar que hemos aprehendido desde la primera infancia a la adultez. Nuestra mente internaliza modos de con-vivir que más adelante se expresan como nuestras bases para sentir, decidir y actuar -. En la unión de la pareja se da un espacio psicológico compartido, entendido comúnmente como intimidad, donde confluyen dos modelos internos que no guardan relación entre sí.

¿Qué pasa si el modelo interno de una parte de la pareja se expresa en grandes cuotas de ansiedad o apatía? Posiblemente el encuentro con la otra parte le parecerá angustioso y terminara volcando esa angustia en sobredemandas, hipervigilancias, evitación o distancia emocional. La distancia de ambos modelos pareciera retumbar en el espacio común, dificultando desarrollar el conocer profundamente a quien tengo de frente pero que me aparece inaccesible.

La solución pareciera ser entrar en el espacio de intimidad común y construir la seguridad que se requiera para adentrarse en las profundidades del otro.

Si logramos intimar en una relación significativa, si logramos alcanzar intimidad con un vínculo que nos parezca seguro y especial, tendremos una maravillosa oportunidad: marcar la diferencia con nuestras bases aprendidas. Así, lograremos entrar en el espacio de un nuevo otro significativo, aprenderemos nuevas experiencias y nuestro psiquismo podrá optar por ampliarse e integrar aquello hasta ahora desconocido. Ello permite el necesario movimiento en las parejas, entre aquello interno aprendido previamente y aquello externo que aparece como novedad y oportunidad.

Es en el vínculo de pareja donde tenemos la oportunidad de desarrollar habilidades vinculares que nos permitan sentir seguridad, calma, sosiego y que; con ello, cada parte de la pareja se sienta en un espacio que le permita la necesaria libertad de exploración individual. Es en el vínculo profundo donde se nos permite desarrollar la capacidad de co- regularnos emocionalmente; es decir, de mantener la organización emocional en momentos de tensión, fortaleciendo así el espacio íntimo de la pareja y el espacio individual de sus miembros.

No deja de resultar fundamental recordar que la capacidad de co-regulación emocional será sinónimo de la regulación sexual que alcanzara la pareja. Ambos aspectos van de la

mano, y son necesarios de entender como partes de un todo a la hora de pensar los conflictos que surgen en el espacio compartido.

Ps. Fabiola Palma